Simone Biles gimnasta Estado Unidense de 24 años vuelve a causar polémica por renunciar a la justa olímpica bajo el argumento de que es necesario para cuidar su salud mental. Esto ha desatado una ola de comentarios tanto a favor como en contra de la atleta. Las opiniones negativas al respecto se centran en la supuesta “debilidad” de Simone frente al estrés de competir, que ha “tirado” todo su esfuerzo a la basura y que no tuvo caso que haya ido si se iba a rendir, que eso es una “vergüenza” para su país y para ella como atleta. Me pregunto ¿Será cierto?
Para descubrir la respuesta hay que entender el ¿por qué renuncio a la competencia? Y la respuesta es sencilla: el estrés y la presión que le generan el competir. Aquí el argumento de los que están en contra de su decisión “ella no está manejando bien sus emociones y debería, para eso entrenó” (dicho desde el sillón de la casa rompiendo el record de más días sin prácticar ejercicio). Fuera de la obtusa visión de este tipo de opiniones esto es un reflejo de nuestra tóxica cultura de nunca renunciar, la cual ve al estrés como un signo de debilidad el cual debe combatirse y ser eliminado, y no como algo natural, funcional y parte de nuestro ser.
Dicha cultura de no renunciar nos lleva a presionarnos a nosotros mismos y a veces a otros hasta los límites de lo mentalmente sano en aras del éxito (lo que sea que eso signifique). Se nos enseña a que el éxito laboral, deportivo, académico, musical, etc. es mucho más importante que tu salud. Es más, proteger tu salud de acuerdo con esta cultura, es el equivalente a ser débil y/o conformista. La crítica hacia Simone sigue esta línea de pensamiento como si fuera su deber y responsabilidad competir aunque se quiebre mentalmente. Hasta donde sé, no hay ninguna ley que obligue a las participantes a competir. No existe una multa por quebrantar dicha “regla” de “tener” que participar. Para estas personas que la critican ¿Dónde quedó el libre albedrío?
Tal vez la persona promedio no entienda el estrés que conlleva ser un atleta de alto rendimiento, pero analicemos un ejemplo con el cual podamos identificarnos. Las empresas explotadoras donde te enseñan que el “ponerte la camiseta” es igual a trabajar horas extras sin remuneración económica, donde se ve al estrés como de empleados “quejumbrosos” y/o no comprometidos. El éxito profesional se nos enseña que son esas personas que sacrifican el tiempo con su familia o seres queridos y su salud, se mide en posesiones materiales y ceros en tu cuenta de banco.
El verdadero estándar para medir éxito debería ser la estabilidad emocional, la paz mental, y el tener tiempo para cuidar de mí y mi salud. Ese es el parámetro que escogió Simone Biles. No cualquiera lo hace ya que muchos se quedan atrás debido al “qué dirán” el no “quiero que piensen que soy una débil o no comprometida”. Los verdaderos conformistas son aquellos que no siguen sus ideales porque “no quiero que hablen mal de mí”. Se requiere verdadero coraje para nadar contra esta corriente tóxica de la cultura de nunca renunciar y por eso admiro a Simone Biles. Necesitamos a más personas como ella que normalicen esto que todos sentimos en nuestras vidas diarias.
Nadie tiene por qué vivir con estrés y la presión del deber ser para complacer a otros. ¡Gracias Simone!
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